Es como si una junta médica se reuniera alrededor del caso de un paciente en terapia intensiva, mas sin embargo se redesuniera por más de un propósito en torno al mismo referido caso... ¿Contrasentido? obviamente. Eso es lo que pasa porque la hipocresía, vendida como diplomacia, siempre se ha enseñoreado en las altas esferas de poder.
¡Qué lástima!; la humanidad nunca ha podido ser responsable, y caro pagarán generaciones que en sus manos jamás podrán tener ni los motivos siquiera.
El problema del planeta tierra no es por calentamiento global (como dicen los eruditos) ¿Acaso el planeta es de condición gélida?; el problema es la hipertermia; el problema es de sobrecalentamiento o recalentamiento. Ningún organismo funcional puede serlo en frío, sin calentamiento (en proporción a su naturaleza), es la hipertermia lo que causa el colapso si no se la detiene. Hablar de calentamiento hace percibir no tan grave la situación; hace propicio refutarla como problema para continuar adelante con los intereses y ese, aunque odioso resulte que sea dicho, es el norte conveniente de muchísimos de los entendidos.
Para el siete de diciembre se espera que comience (si es que se da) un importantísimo acontecimiento mediante el cual quedará determinado el destino vital en el planeta tierra: la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Entre tantos intereses, más interesantes que la preservación del propio planeta, no es difícil concluir que, el acuerdo, será provocarle la muerte al paciente aparentando hacer esfuerzos sobrehumanos para salvarlo; pero dentro de ese paciente estamos todos: quienes estamos y quienes estarán. Aquí el daño grande no es sólo que el dinero (y en consecuencia el modo de vida honorable) esté en manos de unos pocos, también es que hasta la vida (incluso la de los no natos) está sujeta a la acomodaticia voluntad de unos aún más pocos. Ya se ve irreversible el daño planetario, al menos el hombre no puede revertir el daño que ha provocado a su propio hábitat. Casi toda esta gente, que entre sus manos tiene paliar siquiera el desastre que hemos causado y el efecto que nos generará, se ve decididamente inclinada hacia salvar al comercio, a la industrialización creciente sin control de prioridades, a su riqueza material, al desarrollo (un desarrollo que no es desarrollo sino enrollo, por eso lo entrecomillo, atraso completo, una cultura que no de consumo sino de consumismo que terminará consumiéndonos). Si la humanidad toda (o por lo menos la inmensa mayoría) hubiese podido ser responsable, sus decisiones y conclusiones tendrían peso; pero no, nunca ha sido así, porque por toda clase de oscurantismo hemos tenido que pender siempre de superiores. La Cumbre de Copenhague ¿última oportunidad de detener el daño planetario?; seguro, es lo que se ve, por ello hay que pedirle a Dios que toque los corazones de quienes depende no seguirle haciendo más daño a La Tierra. ¿Qué más podemos hacer, a gran escala, nosotros simples mortales?, la respuesta es desgraciada: nada.
¡Pronto! la quinta y última parte de "Con Incoloro Cristal"
La diplomacia ciertamente es hipocrita, por que en pos de no herirse el uno con el otro se ocultan las verdades. El daño al planeta ya está hecho, y el hombre realmente, no está consciente hasta que punto lo ha ocasionado, ni las medidas que se tomen serán suficientes para resarcir el daño ya hecho. Solo cuando el sol caliente de tal manera que nos salgan yagas en la piel, y que gritemos de espanto, seremos conscientes de esta gran realidad, pero ya será demasiado tarde, y ni aún así se arrepentirá la humanidad, sino que maldecirán a Dios.
Hola, amigo salomón; me ha conmovido sobremanera con la segunda mitad de su comentario. ¡Qué cruda terrible realidad!. Dios puede salvarnos; nosotros podemos crear una contensora \"montaña de arena\", granito a granito, para ayudar a la humanidad misma de la que también somos parte formante y doliente. Hay millones como usted y como yo,sólo tenemos que encontrarnos y unir las fuerzas, fuerzas que seguro estoy son un portento. ¡Sí podemos!, ¡tenemos que poder!. Tenemos también que hablar mucho con Dios, no importa que corriente religiosa tengamos; con Dios tenemos que hablar y no olvidarlo, porque esa es una forma de ignorarlo y eso no es precisamente bendecirlo. Su prufunda percepción, amigo salomón, estremece, estremece dada la certera apreciación. Luchemos con todos nuestros recursos para que esa dantesca tragedia espiritual nunca sea.