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Durante las vacaciones son varias las circunstancias que influyen para tener aventuras intrascendentes. Estamos más relajados, la temperatura influye, la distancia que nos aleja de nuestro entorno social hace que no nos sintamos observados ni controlados. Si se tiene pareja, más aún se desea una escapada, no nos engañemos... Muchas veces el subconsciente nos manda mensajes que no siempre entendemos.

Hace ya algunas décadas, cuando los españoles empezaron a disfrutar de vacaciones apareció la figura del "Rodríguez", era ese señor que mandaba a la mujer y los niños a un punto de vacaciones donde se reunirían más tarde cuando su trabajo se lo permitiera, tiempo que aprovechaba para echar esa cana al aire que tanto deseaba. También las féminas han aprovechado en ocasiones algunas de ellas la ausencia "forzosa" del cabeza de familia para tener un escarceo con algún camarero de chiringuito o de hotel, que estos siempre tienen un apartamento disponible para estos casos de emergencia que se presentan.

Por fortuna, la sociedad ya va entendiendo que las mismas necesidades que tienen los hombres las tienen las mujeres y que una aventurilla fugaz pero apasionada no hace daño a nadie, no obstante, la mujer lo tiene más crudo con esto de las aventuras ya que si tiene pareja, y pese a que el hombre es infiel por naturaleza, su ego no tolera ni el más pequeño e incipiente cuerno, y de saberlo, gritan y patalean y hasta pueden romper la relación, el matrimonio o lo que sea que tengan. Por eso en este campo la mujer debe ser mucho más cuidadosa, precavida y silenciosa y ni siquiera contarlo a las amigas.

Los amores de verano siguen y seguirán ocupando esa parcela secreta que todos guardamos en silencio y en ocasiones evocamos para satisfacer nuestro ego de que aún gustamos, pese al paso del tiempo, porque que sería de la vida sin hacer locuras de vez en cuando y romper los moldes que nos aprietan con tantos mensajes de lo que está prohibido, que en realidad, es lo que más nos tienta.